Este 16 de octubre, desde 1979, se celebra el Día Mundial de la Alimentación bajo el lema “Cultivar, nutrir, preservar. Juntos. Nuestras acciones son nuestro futuro” haciendo un llamamiento mundial a la cooperación y solidaridad para garantizar que se haga frente a las amenazas que representa la COVID-19 para la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia agrícolas, y que los más vulnerables puedan recuperarse. También es una ocasión para sensibilizar al público sobre cómo todos tienen un papel que desempeñar en la transformación de nuestros sistemas alimentarios al cambiar la manera de producir, transformar, consumir y desperdiciar nuestros alimentos.
Este año el Día Mundial de la Alimentación 2020 marca el 75º aniversario de la FAO (La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) durante un momento excepcional, ya que muchos países están haciendo frente a los efectos generalizados de la pandemia de COVID-19.
La producción alimentaria intensificada junto con el cambio climático, están causando una pérdida rápida de la biodiversidad. Hoy solo nueve especies de plantas representan el 66% de la producción agrícola total, a pesar de que existen al menos 30.000 plantas comestibles.
La combinación de dietas pobres y estilos de vida sedentarios ha conducido a tasas de obesidad en alza, no solo en los países desarrollados, sino también en los países de bajos ingresos. Por lo tanto, ninguna región está exenta.
Si nuestros sistemas alimentarios no se transforman, la subalimentación y la malnutrición aumentarán considerablemente en 2050. Esto podría aumentar aún más si hay un mayor deterioro en la desigualdad de ingresos, el empleo o el acceso básico a los servicios.
El impacto de la malnutrición en todas sus formas (desnutrición, deficiencias de micronutrientes, así como sobrepeso y obesidad) en la economía mundial es de casi 3.000M de euros anuales. ADICAE se une a la participación de este Día Mundial de la Alimentación como una oportunidad para acercar este llamamiento, especialmente, a todos los consumidores para entrar en acción. Para que nuestras acciones sean reflejo de ese futuro que queremos para nosotros y nuestras generaciones futuras.
La relevancia de la acción colectiva
Ninguna acción puede aspirar a ser transformadora si no logra ser colectiva o inclusiva. Los estados, el sector privado y la sociedad civil deben garantizar que nuestros sistemas alimentarios puedan cultivaruna variedad de alimentos para nutrir a una población en crecimiento y preservar el planeta.
Todos nosotros tenemos que tomar decisiones alimentarias que mejoren tanto nuestra salud como la de nuestros sistemas alimentarios, preservar hábitos que los apoyen, respetar los alimentos y a sus productores, y unirnos a cualquier esfuerzo de solidaridad mundial siempre que sea posible, a pesar de estos tiempos inciertos.
La crisis sanitaria mundial por la COVID-19 nos ha brindado un momento para reflexionar sobre las cosas que apreciamos y nuestras necesidades más básicas. En estos tiempos de incertidumbre, a muchos de nosotros nos ha ayudado a reavivar nuestro reconocimiento por algo que a menudo damos por supuesto, y algo de lo que muchos carecen: la alimentación. La alimentación es la esencia de la vida y la piedra angular de nuestras culturas y comunidades. Preservar el acceso a alimentos inocuos y nutritivos es, y seguirá siendo, una parte esencial de respuesta al COVID-19.
Los verdaderos héroes de la alimentación
Hemos podido comprobar que agricultores y trabajadores de todo el sistema alimentario son los #HéroesDeLaAlimentación garantizando que los alimentos estén a disposición de la granja a la mesa, incluso en medio de alteraciones sin precedentes como la crisis actual ocasionada por la COVID-19.
En un momento como este, es más importante que nunca reconocer la necesidad de apoyar a nuestros héroes de la alimentación, agricultores y trabajadores de todo el sistema alimentario, comprando sus productos a un precio justo que dignifique y valore su trabajo.
Debemos hacer que la alimentación saludable sea parte de nuestra vida diaria, elegir productos locales, de proximidad, estacionales y sostenibles de pequeños agricultores (son quienes producen hasta el 80% de los alimentos mundiales). Preferiblemente escoger alimentos provenientes de producciones agroecológicas por ser más nutritivos y ecológicos para el medio ambiente.
Debemos diseñar y planificar nuestra alimentación desde la compra: adquirir lo necesario, ir eliminando el uso de plásticos que acompañan nuestros alimentos. Realizar compras conscientes donde lo ético esté por encima de lo estético y el precio más bajo no sea el único factor decisivo de nuestra compra sino que valoremos todo lo que hay detrás de un alimento.
Reducir los desperdicios y ser más conscientes de nuestra huella de carbono alimentaria implicaría: la reutilización y aprovechamiento de los excedentes de alimentos por medio de recetas nuevas y tradicionales, la donación de los excedentes, el compostaje de los residuos orgánicos, entre otras acciones.
Debemos aprender a hacer más con menos. Racionalizar nuestro consumo de recursos: gestionar el agua y la energía (preferiblemente renovables) que consumimos.