¿Le ha ocurrido alguna vez que ha comprado un reproductor de música y que a los dos años ya no le funcione la batería y le hayan recomendado comprar otro? Eso es lo que se conoce como “obsolescencia programada”, el mayor fraude creado por el sistema económico durante la Revolución Industrial que aún continua a día de hoy.
¿Cuándo empezó el fraude de la obsolescencia programada?
Los productos se hacen para no durar; esa es la verdad que se oculta en nuestra sociedad de consumo y que se conoce como ‘obsolescencia programada’. La bombilla fue el primer artículo sobre el que se aplicó, hace casi 100 años. Desde entonces, los fabricantes han mantenido esta norma con el justificante de incentivar el consumo en contra de los derechos de los consumidores.
Este concepto nació al mismo tiempo que la producción en masa y parte de la idea de que si los objetos son demasiado buenos y duran mucho tiempo, las fábricas se verían obligadas a cerrar, con la consiguiente perdida de los puestos de trabajo. Por tanto la industria se concentró en crear productos más frágiles que obligaran a reponerlos cada cierto tiempo. Esta idea se ha mantenido durante 100 años, hasta llegar a las empresas de la actualidad.
La bombilla de Edison fue uno de los inventos más importantes de finales del siglo XIX que actualmente se encuentra presente en cada hogar alrededor del mundo. Cuando Edison presentó su invento en 1.881, la bombilla tenía una vida útil de 1.500 horas. La primera meta de los fabricantes de lámparas incandescente fue crear nuevas bombillas de larga duración, que publicitaban con una permanencia de hasta 2.500 horas, pero a mediados de los años 20, los fabricantes empezaron a acortar la vida de las bombillas para favorecer las ventas. En los años 40, una bombilla standard tenía una duración de escasas 1.000 horas.
¿A qué se debió este cambio de mentalidad?
Los fabricantes llegaron a la conclusión de que cuanto mejor eran sus productos y más tiempo de vida útil tuvieran, menos ventas y beneficios obtenían. Surge así el mito que justifica la implantación de la obsolescencia programada en el sistema económico: sin esta medida, las fabricas no venderían lo suficiente y se verían obligadas a cerrar, perdiendo miles de puestos de trabajo en el proceso.
Esta norma traería consigo la implantación en los años 50 del consumo frenético y la muletilla publicitaria de que cuanto más comprabas, más feliz eras. La bombilla fue el primer objeto donde se aplico la obsolescencia programada, pero pronto le seguirían las medias, los coches, los aparatos electrónicos, entre otras cosas, hasta llegar a nuestros días.
El consumo desenfrenado significa, además, que se produce una sobre explotación de los recursos de la tierra y la generación de residuos innecesarios que van terminar en vertederos del Tercer Mundo, porque de las 50 toneladas de residuos que produce el Primer Mundo en un año, solo se recicla el 24%. Ésto supone un deterioro del medio ambiente y va en contra del desarrollo sostenible que defiende la ONU, además del dilema ético que acarrea llenar de basura occidental los países africanos.
Desafiar la obsolescencia con recursos de Internet
La obsolescencia programada es la gran estafa al consumidor del siglo XX porque solo beneficia al fabricante, en ningún momento al consumidor, que se ve obligado a tener que reemplazar los productos una y otra vez. Pero en la era de Internet, los consumidores están dispuestos a luchar contra este fraude encubierto.
En la red, los usuarios expertos en mecánica, cuelgan información, vídeos y manuales para que el resto puedan arreglar portátiles, reproductores de música, impresoras y demás aparatos mecánicos por sí mismos, sin necesidad de gastarse el dinero en costosos arreglos o en un nuevo producto.
Si tienen éxito, relatan sus experiencias para que otros usuarios que se encuentren en la misma situación que ellos puedan saber actuar. De esta forma, se establece una retroalimentación entre los usuarios que desafían a la obsolescencia programada y le dan una segunda vida a sus aparatos electrónicos.
Colectivos contra la obsolescencia programada y el fraude
Además, en los últimos años, han surgido colectivos que combaten esta medida del sistema financiero. En España existe el Movimiento Sin Obsolescencia Programada (SOP) que tiene un doble objetivo: por un lado, dar a conocer este concepto y sus efectos; y, por el otro, apoyar y promover iniciativas empresariales que no se basen en esta medida. La bombilla está siendo el primer objeto sobre el que se está investigando para alargar la vida, una tarea de la que se encargan empresas como Lemnis Lightning o la española OEP Electricts, que ya han sacado a la venta de manera online la primera bombilla con una duración, según anuncian, de 25 años.
ADICAE se opone a la obsolescencia programada por considerarla contraria a los derechos del consumidor, además de una medida incoherente con la sostenibilidad medio ambiental que no hace más que generar residuos electrónicos que contaminan el planeta.
Desde ADICAE se seguirá defendiendo los derechos de los consumidores en sus compras con folletos informativos como “De compras… siempre con garantías”, ya disponibles en la web y en las oficinas de la asociación, y se recuerda a los consumidores que en los productos de naturaleza duradera (electrodomésticos, coches,ordenadores…) tienen derecho a una garantía de dos años.